Quedamos bastante pronto, el Festival comenzaba a las 10 de la mañana, teníamos que ser puntuales y había mucho camino por delante. El tren pasó bastante rápido, no tanto el llegar andando hasta el lugar. Unos cuatro kilómetros y los gritos de algunos troperos de ‘¿cuánto queda?’ ‘¿te has perdido?’. Una vez allí nos coloraron en el peor sitio de todo el auditorio (sorpresa por nuestra parte, era a descubierto). No se oía, Tamara (que es técnico de sonido), nos explicó por qué se escuchaba así de mal, además empezó a llover.
Los troperos estaban medio aburridos, así que les dejamos que conociesen gente, hiciesen unas compras (¡menudo espíritu consumista tienen algunos!) y nos cambiamos de sitio para escuchar mejor. ¡Y al fin nos animamos! Bailamos, reímos, pisamos charcos y terminó el festival. ¡Ganó San Agustín! Muchos grupos nos preguntaron por qué no participábamos y nos animaron a hacerlo para la próxima ronda.
Después comimos en un parque cercano y, como vimos una nube negra que se aproximaba y allí ‘todo el pescado estaba vendido’ porque ningún grupo se quedaba a comer, nos volvimos al tren, con otra tormenta, ¡benditos chubasqueros! Llegamos al Santa Rosa a la hora que comenzaba la reunión y nos subimos al aula. Allí, aunque muchos querían dormir, nos animamos con juegos simples como ‘la cárcel’, ‘calambre’ o clases de improvisación. El sueño acabó en risas y dolor de mofletes.
Nos lo hemos pasado genial, al menos yo, que echaba mucho de menos a mis peques.
A ratos aburridos pero por lo que me ha contao mi hijo, n dia genial Rocio. Ademas, luego no tenia ganas de volver a casa, nos fuimos de paseo con uno de los troperos y 3 de los castores.
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