Parece ser que esta es una antigua costumbre que se inició por los profesores del colegio Buenos Aires y se ha ido continuando anualmente, y de hecho, prueba de ello son los pinos ya crecidos del cerro, que se plantaron en las primeras visitas.
Nos juntamos en total más de cien personas y, aunque solo 11 de ellos eran lobatos nos lo pasamos genial pantando los árboles, hicimos una buena acción y encima nos entretuvimos con los caracoles, las procesionarias, y las lombrices de la zona, ¡todo un zoologico!
Ahora hace falta que los papás de los lobatos les lleven de vez en cuando a regar a sus arbolitos, ¡que hasta les pusimos nombres!
Baloo.
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